COMENTARIO
DE PABLO GORLERO – Periodista –
Crítico – Escritor
Buenos Aires. Mediados de la década del 70. Fin de
semana, sin apremios escolares . Ver “Las canciones de Magimundo” eran el
equivalente a salir de juerga.
Era sólo una sucesión de temas, escogidos con buen gusto,
interpretados por un grupo de artistas que me enseñó de muy chico la diferencia
entre cantar e interpretar… entre decir cantando y sentir lo que se canta.
Sergio Dantí, era el único varón del grupo, y con el que uno se identificaba.
Será también porque era el que cantaba sus propias canciones. Y el que se metía
en la piel del Señor Imaginación, un personaje alucinante. Yo quería conocer al
Señor Imaginación. Y juro que cantaba en voz alta hacia arriba para ver si la
magia me daba una sorpresa: "Señor Imaginación, hágame un favor... hágame
volar a su país... voy a cerrar los ojos y me empiezo a sonreír, imagino que
puedo ser feliz”. Y ahí aparecía una
segunda voz que agregaba: “Porque es tan lindo ser tan buenos amigos, estar
todos juntitos, podernos divertir. Cuando llueve y estoy triste, cuando hay sol
y soy feliz…”
Un día crecí. Juro que casi no me di cuenta. El Señor
Imaginación me había enseñado que no debía perder la fantasía, la capacidad de
soñar.
De pronto, ya a los 44 años, husmeando por Internet, me
vengo a enterar que Sergio Dantí, el auténtico Señor Imaginación, sigue
repartiendo canciones y regando melodías. Lejos, en otro país, pero lo sigue
haciendo. Y me puse a pensar en la riqueza del talento del artista que trabaja
con chicos. No sólo perdura sino que su huella puede llegar a ser tan profunda
como la de aquella maestra que nos enseñó a sumar y a restar. Por eso, sabiendo
que el juglar continúa repartiendo alegría con su cítara, no me queda otra que
agradecer con el alma.
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